De tanto escuchar sobre inteligencia artificial, uno empieza a sospechar que estamos a un paso de que la tostadora nos dé consejos de vida y la heladera nos critique la dieta. Y entre tanto ruido digital, hay un nombre que siempre reaparece como un fantasma elegante: el Test de Turing. Pero, ¿qué es y por qué este viejo experimento británico sigue poniendo nerviosos a tecnólogos y filósofos por igual?

El Test de Turing: un engaño con clase
En el año 1950, Alan Turing —matemático brillante, héroe de guerra y, para colmo, visionario— se planteó una pregunta que sonaba a ciencia ficción: ¿pueden las máquinas pensar?
Como respuesta, creó un juego muy ingenioso: un humano chatea con dos interlocutores ocultos, uno de carne y hueso y otro de chips y cables. Si el pobre humano no logra distinguir quién es la máquina, la IA ha ganado la partida. Y adivina qué sucedió…
En otras palabras, se trata de una prueba donde el truco es tan importante como la inteligencia. Si la máquina consigue engañarnos, ¿importa que no sienta nada? La premisa es tan inquietante como un ventrílocuo que olvida que la marioneta no tiene un alma.
El experimento que reavivó la chispa
Ok, ahora avancemos velozmente hasta hoy, donde los algoritmos han pasado de balbucear frases programadas a escribir novelas (y, quién sabe, quizá este mismo artículo). Un estudio reciente de la Universidad de California reunió a 500 valientes para charlar por mensaje de texto con tres criaturas digitales:
- GPT-4, el cerebrito de OpenAI, elegante y persuasivo como un mayordomo británico.
- GPT-3.5, su hermano menor, menos refinado pero aún intrigante.
- ELIZA, un programa sesentero que simula ser terapeuta… y cuyo mayor mérito es no haberse retirado ya.

Cuando se asignó a los chatbots una «personalidad» particular (la de jóvenes tímidos interesados en la cultura de internet), el modelo GPT-4.5 fue clasificado como humano en el 73% de las ocasiones, mientras que LLaMa-3.1 obtuvo un 56% (nuevamente, cuando se le otorgó «personalidad»)… En cambio, cuando esos mismos modelos no tenían ‘personalidad’ adicional, obtuvieron porcentajes significativamente más bajos (36% y 38%, respectivamente). Los otros dos modelos, que solo se evaluaron «sin personalidad», lograron porcentajes mucho más bajos que el simple azar (un 21% GPT-4o y un 23% ELIZA).
Entre la fascinación y la sospecha
El triunfo de estas inteligencias artificiales genera un cóctel extraño de entusiasmo y pavor. Por un lado, tenemos promesas tentadoras:
✅ Atención al cliente sin espera (ni resoplidos de fastidio).
✅ Chatbots terapéuticos a cualquier hora, sin juzgar como está tu peinado.
✅ Asistentes virtuales tan empáticos que casi olvidas que no tienen corazón.
Pero, también hay, el reverso oscuro que asoma la nariz:
⚠️ Estafas telefónicas donde la voz de tu “sobrina” solo quiere vaciar tu cuenta.
⚠️ Noticias falsas con un tono tan humano que engañan hasta al más despabilado.
⚠️ La inquietante pregunta: ¿qué tareas seguirán siendo solo nuestras?
No es paranoia de ciencia ficción. En 2024, las autoridades detectaron un aumento en los casos muy peligrosos de estafas telefónicas con voces generadas por IA que imitaban a familiares cercanos. Un crimen moderno que combina la malicia ancestral con la tecnología más puntera.
Turing, ese profeta irónico

Alan Turing, cuya vida bien merece una novela (o varias), predijo hace más de 70 años que las máquinas, en cuestión de décadas, imitarían tan bien a los humanos que distinguirlas sería casi imposible. Lo que quizá no imaginó es que, llegado ese punto, seríamos nosotros quienes empezaríamos a preguntarnos… si seguimos teniendo la última palabra.
Su historia llevada a la pantalla grande
El código Enigma (2014) Título original: «The Imitation Game» |
La película cuenta la historia de Alan Turing (interpretado por Benedict Cumberbatch) y su equipo durante la Segunda Guerra Mundial, mientras trabajaban contra reloj para descifrar los códigos de la máquina Enigma, utilizada por la Alemania nazi. Todo esto sucedía en el máximo secreto en Bletchley Park, bajo la supervisión del gobierno británico. Este grupo tan diverso —formado por matemáticos, lingüistas, campeones de ajedrez y expertos en inteligencia— tuvo el respaldo absoluto del primer ministro Winston Churchill, quien les dio carta blanca para acceder a cualquier recurso necesario. |
El film recorre los momentos más importantes de la vida de Turing: desde su juventud complicada en el internado, pasando por su gran logro en la guerra al crear la revolucionaria máquina electromecánica «bombe» (capaz de descifrar miles de códigos nazis), hasta el triste desenlace tras la guerra, cuando fue condenado por su orientación sexual, un delito en aquella época.
¿Y ahora?
La moraleja aquí no es esconderse bajo la cama ni desconectar el WiFi (bueno, salvo si necesitas un respiro). La clave está en la educación, el pensamiento crítico y, sobre todo, mantener la capacidad de asombro y desconfianza en equilibrio. Porque la IA, como un cuchillo bien afilado, puede cortar el pan o causar heridas: todo depende de quién la empuñe.
En Guía Tecnológico, sigo desentrañando este nuevo mundo donde las máquinas ya no solo obedecen, sino que —a veces— nos engañan. ¿Listo para la próxima vuelta de tuerca?
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Yo soy Pablo, tu asistente tecnológico humano, como la IA, pero con «tracción a sangre».